lunes, 23 de febrero de 2009

Saber religioso en la esfera escolar: 4 causas y 2 finalidades

Creo conveniente comenzar haciendo una reflexión sobre el proceso educativo donde han surgido, y se han desarrollado, las acciones y herramientas pedagógicas que veremos en este blog. Esta introducción quizás ayude a comprender mejor la función y el verdadero alcance de dichas intervenciones educativas.


LAS CUATRO CAUSAS

- Para ello, analizaremos las cuatro causas
[1] que intervienen en este proceso educativo concreto:

- La causa eficiente o fuerza motriz que lleva a cabo la educación no es un sujeto aislado sino un conjunto de agentes: educador, educando y el contexto (histórico-social-cultural) donde se desarrolla este acto. Precisamente porque nos hallamos en un contexto socialmente secular, resulta mucho más difícil legitimar la razón de ser del saber religioso, especialmente, en la esfera de la educación pública. Este debate, que en nuestro país ha adquirido unas proporciones desorbitadas, se debe, en gran parte, a incomprensiones históricas y a una serie de prejuicios que no es fácil soslayar. Esta cuestión afecta negativamente nuestra imagen como docentes y añade dificultades a nuestra labor de transmisión del saber religioso. Creo que la clave que nos ayuda a permanecer, a resistir, es, en primer lugar, el convencimiento de que nuestra labor educativa ayudará tanto a nuestros educandos a construirse como personas como a transformar el mundo en un lugar más justo y humanizado. En segundo lugar, convertir las dificultades de las que hablábamos en retos educativos que agudicen nuestro ingenio y nos hagan ser mejores educadores. A ello también contribuye las enseñanzas que recibimos de parte de nuestro alumnado, pues en este proceso educativo no sólo aprende el educando, sino también el educador. Este aprendizaje hace que nos cuestionemos nuestra manera de transmitir y nos moviliza para descubrir nuevos caminos y retos educativos. Aquí está el origen de la experiencia que ahora compartimos a través de este trabajo.
- La causa material son los contenidos que transmitimos como educadores a nuestros educandos. Donde hay acción educativa, hay transmisión y recepción de algo que, por lo general, no es de orden físico. Por lo que sólo hay educación cuando hay recepción correcta de un determinado contenido. El acto educativo es, pues, por naturaleza, un acto comunicativo; Detectamos, con demasiada frecuencia, “interferencias” en este proceso comunicativo; lo que propongo son una serie de intervenciones y herramientas pedagógicas que, partiendo de la realidad de nuestro alumnado y en sintonía con los contenidos que transmitimos, nos ayuden a neutralizar la acción negativa de estas obstrucciones que sufre el acto educativo. Una de las primeras tareas que debemos realizar es seleccionar y actualizar los contenidos que transmitimos. Vivimos en un contexto social, cultural, político, económico y religioso radicalmente distinto de nuestro pasado más inmediato. Elaborar unos contenidos que conecten con los intereses y necesidades de nuestro alumnado, puede despertar en ellos el deseo de escucharlos. Debemos realizar esta función pensando en el bien del educando y en su futuro. Para ello, antes de decidir el qué de la educación, tendremos que tener claro la finalidad de la educación, el para qué. Teniendo en cuenta todo ello, presentamos en este trabajo una serie de reflexiones, técnicas y actividades relacionadas con el silencio, con la relajación dinámica, con el saber escuchar, etc.

- La causa formal se refiere a cómo transmitir los contenidos. Nos preocupa, como docentes, el cómo de dicha transmisión porque sabemos que una mala forma distorsiona gravemente el proceso educativo. Esta preocupación ha generado la aparición de nuevos métodos activos, un exhaustivo conocimiento de la psicología evolutiva, la educación personalizada, etc. Dentro de esta corriente, la neuropedagogía es una de las líneas de investigación que he seguido para elaborar una serie de actuaciones que, además de ajustarse a los mecanismos de gestión cerebral y formas de aprendizaje de nuestro alumnado, han contribuido en la consecución de los fines que perseguimos con nuestra labor educativa. Otro de los caminos, que hemos iniciado, es el de examinar las potencialidades y condiciones pedagógicas de las tecnologías de la información y la comunicación para centrarnos en su uso potenciador dentro de una determinada alternativa educativo-cultural: la educación integral y transformadora.
[2]

- La causa final alude al para qué de la educación. En nuestro mundo educativo se esquiva frecuentemente el debate en torno a la causa final de la acción educativa. Algunos pueden pensar que la pregunta por el sentido está tácitamente contestada por la comunidad educativa y que “la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas.”.
[3] Comparto la respuesta pero tanto el marco tradicional de creencias, a partir del cual el hombre pensaba la realidad, pensaba la historia y se pensaba a sí mismo; como los grandes valores y principios de la Modernidad, de la Ilustración, están en crisis. Es necesario, por tanto, aclarar, de nuevo, las finalidades de la acción educativa. Además, el discurso sobre los fines de la educación ha sido sustituido por un discurso pragmático y utilitarista donde el cumplimiento de los mínimos se considera lo fundamental.

Una cuestión como ésta requiere un debate antropológico previo, una seria discusión en torno a la condición humana y su destino. Quizás porque el punto de partida es tan plural, el punto de llegada de la discusión sea también un auténtico reino de taifas”.
[4]

- Percibimos que la esfera social y política se preocupa más por exigir a la esfera educativa resultados claros y tangibles, que por una auténtica formación integral de la persona. Esta situación hace, por una parte, que los educadores extremen los mecanismos didácticos para sacar el máximo rendimiento de sus intervenciones. Por otra, que una gran parte del alumnado conciba su formación, no como una construcción personal, sino como un cúmulo de exámenes que tiene que superar para cerrar su etapa educativa y comenzar su andadura profesional.
- La Enseñanza Religiosa Escolar, en este sentido, mantiene una situación diferente al resto de materias, puesto que es evaluable pero no computable. Este hecho, que en principio tiene muchas desventajas, podemos aprovecharlo para minimizar la presencia de valores como la rapidez, la eficacia o la celeridad, valores que difícilmente pueden hacerse compatibles con otros valores como la serenidad, la concentración, la meditación o el silencio; valores fundamentales para la formación interior de nuestro alumnado. La ausencia de dicha formación interior le incapacita para desarrollar lenguajes y preguntas propiamente humanas.

En este marco ambiental, es fundamental reivindicar la cultura del alma y su eminente valor formativo y configurador
[5]


LAS DOS FINALIDADES

- El acto educativo es, por naturaleza, un acto comunicativo en el que “se transmiten contenidos, ideas, valores, formas de vida, experiencias personales y colectivas, vivencias difíciles de articular con conceptos; al fin y al cabo, se transmite vida
[6] Esta transmisión no es neutral, sino que responde a una intencionalidad, apunta hacia un horizonte, lleva impreso un sentido. Como agente transmisor del saber religioso en la esfera escolar me planteo una doble finalidad:

- Una educación integral para la construcción personal del alumno: Entiendo que el ser humano es, al mismo tiempo, animal de praxis (ciencia-técnica), de racionalidad (filosofía) y de misterio (religión, arte, poesía); animal de experiencia, situado frente al mundo y elevado ante sí mismo, ser que busca el sentido de su vida en un camino compartido de tres direcciones: mundo, interioridad e historia.
[7] Una auténtica formación integral pasa por desarrollar todas las capacidades inherentes al ser humano, todas sus formas de experiencia: la científica, la racional y la trascendente[8]. Esta capacidad básica del individuo, adquiere su auténtico cumplimiento en la búsqueda del sentido último de la vida. En “terminología L.O.E.” se podría decir que la transmisión del saber religioso en la escuela, además de contribuir a que el alumnado adquiera las ocho Competencias Básicas establecidas en dicha ley, consiguiera también desarrollar una Competencia Trascendente[9].

- Una educación para la transformación del mundo:

De lo que se trata, en el fondo, es de formar personas humanas, con capacidad para desarrollar su vocación en el mundo y contribuir, de este modo, al bien de la sociedad
[10]

- Para conseguir todo esto debemos despertar en nuestro alumnado el deseo de construirse, de ser mejor. “Educar es, en este sentido, inquietar el espíritu del educando, poner en su alma la voluntad de ser él mismo, la voluntad de saber más del mundo y de todo cuanto le rodea. Existen deseos en minúscula y Deseos en mayúscula. Es preciso ayudar al alumno a descubrir esos Deseos que le harán realmente feliz, porque la felicidad humana jamás puede colmarse con deseos de baja intensidad.”
[11]

______________________________________
[1] Seguimos la clasificación aristotélica adoptada por el Dr. Francesc Torraba en su libro Rostro y sentido de la acción educativa, EDEBE, Barcelona, 2001, pp. 23 – 28.
[2] Desarrollé este apartado en la ponencia LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS EN LA CLASE DE RELIGIÓN en la VI JORNADAS DE REFLEXIÓN: LA RELIGIÓN EN LA ESCUELA, celebrada en Zaragoza en marzo de 2008.
[3] Cita extraída del Preámbulo de la L.O.E.
[4] TORRALBA ROSELLÓ, F.: Op. Cit pp. 31.
[5] Procede de la conferencia: LA CLASE DE RELIGIÓN, UNA PROPUESTA HUAMNIZADORA que impartió el Dr. Francesc Torralba Roselló en el Congreso Nacional de Profesores de Religión, celebrado en Madrid en noviembre de 1999, y recogida en el libro "La enseñanza de la religión, una propuesta de vida" editado por SM, PPC y Conferencia Episcopal, p. 54.
[6] TORRALBA ROSELLÓ, F.: Pedagogía del sentido. PPC, Madrid, 1998, pp. 5 - 6.
[7] Sigo el planteamiento que XAVIER PIKAZA desarrolla en El fenómeno religioso. Trotta, Madrdid, 1999.
[8] Con cierta frecuencia nuestros alumnos asocian el fenómeno religioso a las experiencias paranormales o psicológicamente extrañas, como si lo divino debiera vincularse a lo extra-racional o raro. En contra de eso, intento arraigar la religión en la existencia del humano al que se podría definir como animal abierto, que sólo puede vivir y actuar, entender y gozar, desde la experiencia. En ese fondo emerge el fenómeno religioso.
[9] Y otras como la espiritual, familiar, intercultural, dialogo fe-cultura, sentido de la vida, etc.
[10] LA CLASE DE RELIGIÓN, UNA PROPUESTA HUAMNIZADORA, Op .cit p. 53. En este sentido me gusta recordar las últimas palabras del libro de MUÑOZ-REPISO IZAGUIRRE, M.: Educar en positivo para un mundo en cambio. PPC, Madrid, 2000, p. 97: “Ser realistas, analizar, estudiar, comprender, planificar nos convertirá en mejores profesionales. Soñar un mundo mejor nos convierte además en educadores.”
[11] Rostro y sentido de la acción educativa. Op. Cit, p. 35.

No hay comentarios:

Publicar un comentario