viernes, 16 de enero de 2009

Aportación de la ERE a las competencias básicas.Por Bernardino Lumbreras Artigas

Punto de Partida
“Educar es humanizar, es promover la capacidad humana de un hombre, enseñarle a utilizar su propia responsabilidad, ensancharle su ámbito de moralidad, y quien dice moralidad dice libertad. Educar es enseñarle a respetarse a sí mismo y a los demás en sus opciones, y a saberse responsable del uso de su propia libertad”.
Mª Ángeles Galindo

Otro elemento a recordar:

Procede del documento que la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis publicó en 1979. Al preguntarse acerca de la razón por la que la ERE debe estar en la escuela hace referencia a tres motivos:

  • Situarse lúcidamente ante la tradición cultural.
  • Insertarse críticamente en la sociedad.
  • Dar respuesta al sentido último de la vida con todas sus implicaciones éticas.


El nuevo paradigma educativo: el modelo competencial

La integración de la ERE en el esquema curricular del modelo educativo supone replantearla desde los supuestos pedagógicos y didácticos que inspiran el currículo y los demás niveles de concreción y no centrarse en los supuestos exclusivamente teológicos. Así se hará presente lo que dice el documento de 1979 de los obispos españoles sobre la enseñanza de la religión en la escuela: “La enseñanza religiosa escolar debe regirse por los principios propios de la institución escolar y se pondrán las bases para el diálogo fe‑cultura”.En la práctica escolar la integración curricular supone que, de la misma manera que en el modelo instructivo (LGE), el punto de partida esencial era un programa de conceptos y conocimientos a adquirir, el punto de partida esencial en el modelo competencial es un retrato robot del alumno, en el que se especifican las competencias y capacidades que pretendemos que adquiera el alumno en su relación con la realidad que le rodea. Y así como en el modelo cognitivo (LOGSE), la pregunta esencial era “¿qué debe aprender el estudiante?”, la pregunta esencial en el modelo competencial es “¿Cómo queremos que sea el estudiante?”.Todo esto, que hemos expresado en apretada síntesis, significa que el nuevo modelo educativo ante el que nos encontramos supone un avance significativo en los planteamientos hasta ahora presentados, pero también unos peligros y limitaciones que conviene tener en cuenta.Algunos rasgos de este modelo son:
Modelo educativo centrado en el aprendizaje (¡), que exige un cambio en el modo de aprender y por tanto de enseñar, se pretende enseñar a aprender y sobre todo la idea que la persona está aprendiendo continuamente por eso se propone el aprendizaje a lo largo de la vida y en todas las circunstancias.
Modelo educativo centrado en el aprendizaje autónomo (¡) del estudiante, que será guiado y tutorizado por los profesores; claro está que este apartado podrá ser efectivo en la medida que el alumno crezca en su desarrollo cognitivo.
Modelo educativo que presta mucha más atención a los resultados del aprendizaje expresado en competencias básicas y se evaluará con las pruebas de diagnóstico.
Modelo que enfoca el trabajo en el aula como un aprendizaje colaborativo entre alumnos, profesores y alumno-­profesor.
Modelo que propone nuevas formas de organización escolar, dónde se creen espacios y tiempos nuevos (¡) para poder trabajar según las metodologías colaborativas propuestas.
La evaluación está integrada con las actividades de aprendizaje y enseñanza, siendo básicamente la evaluación formativa‑continua.
Modelo que busca la aplicación práctica del aprendizaje y, por lo tanto, está enfocado a la empresa, dando mucha importancia al mercado de trabajo (¡).
Modelo que tiene en cuenta, de forma implícita (¡), la atención a la diversidad, dando un espacio amplio a la enseñanza individualizada.
Modelo en el que adquieren un valor importante las TIC como herramientas de aprendizaje y como posibilidad de desarrollo para nuevos modelos de aprender.
Modelo que potencia la educación emocional del alumnado a lo largo de todas las etapas educativas.

Capacidad humanizadora de la ERE

La Enseñanza Religiosa humanizará si contribuye a desarrollar y/o potenciar las dimensiones humanas que creemos que son fundamentales, según las aportaciones de la antropología filosófica humanista personalista y de la antropología teológica cristiana.De forma más particular, hablar de capacidad humanizadora de la ERE, es preguntarse por el tipo de hombre y mujer que se fomenta desde la clase de religión:
En ella se valora y potencia lo humano, la realización integral de la persona, el “ser más persona” frente al “tener más” de la sociedad de consumo. Se potencia un crecimiento cualitativo del ser humano.
Se privilegian experiencias humanas que abren a lo religioso y que afectan a las otras dimensiones del ser humano. Más aún, cuando los valores religiosos se integran en el propio proyecto personal como significativos para la existencia y tienen una fuerza motivacional creciente.
Desde la clase de religión, se favorece el surgimiento de un conjunto de valores auténticamente humanos que puedan ser considerados valores del Reino (libertad, justicia, compromiso, relaciones nuevas...).
Por sus planteamientos y estilo, es fuente de humanización porque provoca y contribuye a cultivar el surgimiento de un tipo de hombre con un estilo de vida inspirado en la persona de Jesús de Nazaret, el Cristo resucitado. Es decir, desde la propuesta que se hace se manifiesta y apoya el renacer de un “hombre nuevo”, con vocación divina a “ser hombre o mujer”, con un sentido de filiación y libertad y no de esclavo.
Los elementos de la fe cristiana propuestos desde la originalidad y peculiaridad de la ERE (no identificada con el proceso de la catequesis) humanizan en el contexto escolar.
Se asumen modelos pedagógicos que posibilitan el crecimiento “humanizador”: una educación integral que no mutile dimensiones humanas fundamentales. Una pedagogía que favorezca y cultive el surgimiento de un “tipo de mujer o varón” que pueda libremente asumir el estilo de vida de un hombre profundamente humano cual fue Jesús de Nazaret.
Afirmamos ahora que la ERE favorece las siguientes tareas:
Contribuye al desarrollo de la persona en su dimensión racional. Es decir, la capacidad de pensar, de razonar, etc. se ve potenciada desde la clase de religión.
Desde la dinámica interior de la clase se crea y fomenta un tipo de relaciones interpersonales y grupales que ayudan a la persona a reconocerse como tal, a asumir su realidad personal y social dentro de un grupo. Se trata de un tipo de relaciones “personalizantes” que manifiestan y potencian lo que la persona es. Es decir, “su ser referencial”. Y desde esta perspectiva es posible adivinar lo que significa la apertura a los demás, la amistad y el amor en una clave distinta a la que la sociedad actual proporciona al joven.
Fomenta unas actitudes y valores que ponen en juego la solidaridad de las personas, su creatividad y libertad y posibilita el descubrimiento de un nuevo significado al trabajo que se está realizando en el ámbito escolar y le abre a una nueva cultura del trabajo más en consonancia con una ética de la solidaridad que de la competitividad.
Asumimos, pues, una antropología que cree en el hombre y en su dimensión trascendente. Esta dimensión religiosa tiene relación con la dimensión relacional o interpersonal. En ésta se presagia aquélla. La significación última del hombre no está en el hombre ni se reduce a lo intrahistórico.

Rasgos indicadores de las competencias básicas

  1. Competencia en comunicación lingüística: hace referencia al dominio de la lengua oral y escrita en sus múltiples contextos como conversar, exponer, comprender.
  2. Competencia matemática: consiste en saber utilizar y relacionar los números, sus operaciones básicas y los símbolos. Razonar matemáticamente y comprender la argumentación matemática.
  3. Competencia en el conocimiento y la interacción con el mundo físico: se trata de adquirir habilidades para desenvolverse adecuadamente en ámbitos de la vida y del conocimiento (salud, trabajo, consumo, ciencia, etc.).
  4. Tratamiento de la información y competencia digital: pretende seleccionar, tratar y utilizar la información y sus fuentes de forma responsable, crítica y reflexiva. También el respeto hacia las formas de conducta acordadas socialmente.
  5. Competencia social y ciudadana: desea comprender la realidad social en que se vive. Podemos hablar de afrontar los conflictos con criterios éticos y ejercer la ciudadanía con espíritu constructivo, solidario y responsable.
  6. Competencia cultural y artística: es apreciar el arte y disfrutar con él. Saber emplear los recursos de la expresión artística para realizar creaciones propias. Cultivar la creatividad.
  7. Competencia para aprender a aprender: tener conciencia de las propias capacidades, saberlas gestionar y controlarlas. Plantearse preguntas y manejar la diversidad de respuestas posibles.
  8. Autonomía e iniciativa personal: consiste en ser capaz de imaginar y soñar, de emprender, desarrollar y evaluar acciones o proyectos con creatividad, sentido crítico, responsabilidad y confianza.

Las competencias básicas y el currículo de la ERE.

El nuevo paradigma competencial ha hecho que algunas editoriales hayan intentado presentar un esquema de adaptación del currículo de la ERE a las competencias básicas. Algunas de estas propuestas son extremadamente lúcidas, pero, abrazar en exceso este nuevo sistema pedagógico puede hacernos perder nuestra verdadera dimensión cristiana.

Vamos a comprobarlo revisando una de estas propuestas:
“El Currículo de Religión deberá proponer la relación de aquellas competencias o capacidades que van a permitir al estudiante construir su propia (¡subjetivismo!) visión cristiana del mundo y ser consecuente con ella.El Currículo de Religión deberá ofrecer el elenco de los principales significantes religiosos a través de los cuales los creyentes perciben (¡sentimentalismo!) la presencia y acción del Misterio (lo Sagrado).
Desarrollamos un modelo competencial cuando ante cada significante religioso presentado, invitamos a descubrir y expresar los elementos cognitivos que aporta a la visión del mundo.
Estamos trabajando un modelo competencial cuando hacemos percibir los valores estéticos que en él aparecen, y disfrutar de los mismos. Ello puede requerir de la aportación de obras de arte que en el patrimonio cultural se refieren a ese elemento, y la búsqueda, a través de ellas, de la experiencia vivida por el autor de la obra de arte. Asimismo, cuando invitamos a expresar de forma artística un elemento de significación religiosa.
Es imprescindible en el modelo competencial poner en contacto con experiencias de creyentes que, a lo largo de la historia, han expresado su percepción (¡sentimentalismo!) de lo Sagrado a través de un determinado significante religioso.
Es parte del modelo competencial presentar modelos de acción (actuales o de la historia), cuya grandeza y perfección ética ejerzan atracción (fascinación) sobre los estudiantes.
Está dentro del modelo competencial la adquisición y realización de compromisos éticos por parte de los estudiantes, bien individualmente, bien en grupo.

De las dimensiones humanizadoras de la ERE a las competencias básicas.

El profesor de religión sabe que se dirige a unos estudiantes a los que pretende desarrollar como personas en su total integridad. Por lo tanto, nosotros no podemos partir de las competencias básicas (del saber hacer) sino que nuestra meta está más lejos (en el ser).Si la ERE pretende humanizar a los estudiantes y lo quiere hacer de forma integral, debe partir de las propias dimensiones que el ser humano tiene como creatura divina.
Podemos decir que son:

  • Dimensión racional.
  • Dimensión relacional.
  • La libertad.
  • Dimensión ética.
  • Dimensión histórica.
  • Dimensión estética.
  • Dimensión transcendente.

Desde estas dimensiones de la ERE formularemos los aspectos propios de cada dimensión para al final poder relacionarlos con las competencias básicas propuestas por el Ministerio.

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